Disney en mi vida personal

Desde que tengo uso de razón, soy una especie de fanático de las películas Disney, de hecho, mi infancia se resume en Disney y en querer ser el protagonista de una de sus películas.

Disney ha sido un educador moral en mi vida, enseñándome así determinados valores que no habría aprendido en la vida cotidiana. Por ejemplo, la gran moraleja detrás de La Bella y la Bestia que, además de ser mi actual película favorita, me enseñó a no juzgar a las personas por su apariencia, la advertencia de Blancanieves que me mostró el peligro de fiarse de un desconocido, o el gran consejo de Peter Pan al enseñarme que nunca debo dejar atrás mi niñez. Y no solo me dio lecciones morales, también me hizo creer en la magia y fomentar mi imaginación con películas como La Sirenita o La Bella Durmiente, algo muy importante en la infancia de cualquier niño o niña.





De todos modos, no solo me educaron moralmente, sino que también me introdujeron en el mundo de la música gracias a sus tan galardonadas películas. ¿Quién no ha bailado con Chim Chim Cheere de Mary Poppings, cantado a pleno pulmón Hijo de Hombre de Tarzán, o llorado un mar de lágrimas con Aquella Estrella de Allá de Peter Pan? Estas canciones, entre muchísimas otras, me marcaron en mi infancia, haciendo que hoy en día ame la música y cantar con todas mis fuerzas.

Sin embargo, he de reconocer que no solo me apasionaban de niño, sino que hoy en día sigo pensando que no hay nada como ver una buena película de Disney una tarde de invierno con una manta y un chocolate caliente, una costumbre que espero poder seguir conservando durante toda mi vida.

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